La buena letra
Dir. Celia Rico| 2024 | MOD producciones / Arcadia Films / Misent producciones
Estreno en el 28º Festival de Málaga, Mención especial del jurado a la dirección.
Había seguido de cerca a Celia Rico en sus dos películas anteriores donde el escenario principal se desarrollaba en la casa familiar con el sujeto femenino ocupando el papel protagonista. En esta ocasión contó conmigo para su adaptación de la novela de título homónimo de Rafael Chirbes; como en sus trabajos previos el personaje protagonista es una mujer recluida dentro del hogar durante la posguerra española. Apostamos por una imagen muy minimalista y silenciosa que consideramos adecuada a la época rural que describíamos y a cierto mutismo que había adoptado el guion en su adaptación. La película como el libro, básicamente es de interior no obstante tendríamos que retratar un pueblo de costa valenciano de la España más represaliada. Desde el arte opté por la austeridad más que por una recreación costumbrista; en los exteriores no quería tiendas, carteles, ni coches de época, solo una atmósfera parca y de texturas muy subrayada en fachadas y puertas. Pretendía que las transiciones –ya fueran en fincas, playa o de entorno urbano– resultaran muy rurales para mostrar un país subdesarrollado que no cambió en los últimos cien años. Quería que al espectador le resultara familiar el paisaje pero extranjero al tiempo.
La actriz Loreto Mauleón sostiene una estructura coral junto a Enric Auquer, Ana Rujas y Roger Casamayor; la casa que reúne a ambas parejas se convertiría en otro protagonista. Con otros pocos interiores –el cine, un despacho de pan, una casa señorial y la finca del falangista- compusimos nuestro pueblo de ficción con tres localidades en las que hubo que intervenir su pavimento y fachadas en más más de 10 km2 de superficie. Trabajamos con la premisa de imprimir un carácter muy sobrio pero con calidades muy visuales en las superficies; tomamos como referencias aquellos dibujos del mundo rural de Van Gogh en los que rayando hasta la saciedad parecía imponerse la textura sobre las formas.
En la casa familiar Celia quería privilegiar las miradas, así que la distribución y las distancias para el diseño final del espacio marcarían la pauta para responder a su estricta puesta en cámara. La acondicionamos y ambientamos teniendo en mente la sobriedad de tiros de cámara de un Dreyer, los espacios de Bergman o las de Hammersoi y las fugas de los maestros de la pintura holandeses del XVIII. La diferencia con las otras dos casas que frecuentan es que estas serían más luminosas y rodadas con tiros más largos; las localizamos y ambientamos más amplias y optimistas pensando no solo en la construcción de personajes de familias acomodadas sino también en ópticas más abiertas. Por el contrario en la casa protagonista trabajaríamos el umbral de su iluminación llevado al límite. Suficiente como para advertir las paredes coloreadas a la manera valenciana de la época con ritmo de colores distintos para cada estancia pero buscando una homogeneidad de fondo y mucha textura sobre la que destacarían en colores planos el estilismo sobrio de los protagonistas.
Aunque en la película hay mucho material velado la directora quería subrayar la escritura y la comida con acciones metódicas y mecánicas muy delicadas; los objetos domésticos y sus colores muy precisos cobrarían la importancia de un bodegón. Los planos, en su mayoría fijos, deberían ser como aquellas composiciones en los cuadros de Hooch o Vermeer con el cuadro dentro del cuadro y primeros términos aparentemente irrelevantes enmarcando el fondo de la acción. Como en el cine del japonés Ozu, donde casi todo parece ser silencio, un cojín arrugado, las manos que abrochan una camisa o cosen lo cuentan todo.
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